La pérdida es una de las experiencias vitales que más dolor causa al ser humano. La sensación de angustia al sentir que algo amado ya no está a nuestro alcance es algo que experimentamos desde nuestros primeros meses de vida, cuando no hemos adquirido la permanencia del objeto, capacidad que nos permite ser conscientes de que, aunque no estén a nuestra vista, las cosas siguen existiendo.
El proceso de adaptación a la pérdida se conoce como duelo. Muchas veces nos referimos al duelo como el periodo emocional que sucede a una muerte de un ser querido, sin embargo, experienciamos tantos tipos de duelos como tipos de pérdidas en nuestra vida: la pérdida de trabajo, el fin de una relación o tener que emigrar a otro país son experiencias vitales que conllevan un duelo. Cada duelo es, por lo tanto, una experiencia diferente, con una manifestación, intensidad y una duración particular.
Y si las pérdidas están presentes a lo largo de toda nuestra historia, también lo estarán los duelos, aunque la conciencia de que los niños puedan sufrir procesos de duelo es poco extendida aún hoy en día: tendemos a pensar que los niños se olvidan pronto de las cosas, que no se dan cuenta de lo que sucede o que superan las cosas con más facilidad.
También buscamos protegerles del dolor ocultando las pérdidas o minimizándolas, queremos protegerles que la vivencia del duelo construyendo una burbuja muy difícil de sostener, que acaba siendo un coladero de información confusa.
Lo primero que tenemos que entender es que el duelo es un mecanismo de adaptación. El proceso de duelo nos ayuda a gestionar un cambio y es necesario para que ese cambio pueda ser vivido de una manera saludable. Proteger a los niños de los duelos es privarles de su capacidad de crecimiento, gestión y aprendizaje. Por ello, es importante que acompañemos a los niños en sus duelos pero que les permitamos transitar por ellos como necesiten.
Lo cierto es que los niños perciben la pérdida y el sufrimiento que conlleva, aunque es posible que la expresión de su dolor sea diferente a la de los adultos.
Expresión del duelo en menores
• Los niños tienen más dificultad para diferenciar entre la tristeza y el enfado. Además, al ser esta última una emoción que conlleva conductas más llamativas, los niños suelen elegirla como medio de expresión de su malestar.
• Pueden experimentar conductas regresivas, como descontrol de esfínteres o pérdida de habilidades adquiridas.
• Los niños pueden aislarse si no comprenden su malestar y se ven incapaces de comunicarlo.
• Pueden jugar a juegos en los que la muerte este más presente de lo habitual.
• Los dibujos son un medio por el que los niños expresan sus emociones, por lo que los cambios en el universo emocional de los pequeños se harán presentes en él.
• La primera vivencia de una pérdida, puede despertar la angustia de perder a sus seres queridos sin esperarlo, lo que puede traducirse en más demandas de afecto y muestras de ansiedad.
Pautas de gestión del duelo en menores
• Hablar claramente de la perdida, explicarle lo ocurrido para evitar sentimientos de culpa.
• Proteger a los niños desde la comprensión y la legitimación de sus emociones. Si les ocultamos y negamos la perdida se sentirán confusos y no sabrán a quien acudir.
• No hacer de la pérdida un tabú: compartir y escuchar, legitimar el derecho del niño a sentir.
• Comprender los sucesos de la infancia que pueden suponer duelos para los niños: la pérdida de un muñeco importante para ellos, no ser aceptados en el cole, separarse de un amigo, que mamá o papá amplíen su horario de trabajo o el nacimiento de un hermano son sucesos que los niños pueden vivir con gran impacto emocional, aunque desde la perspectiva adulta puedan tener otro significado.
• Proponer a los niños rituales que les ayuden a superar el duelo o a hacerlo menos doloroso. Los rituales de despedida son de gran importancia en todo proceso de duelo ya que nos preparan para afrontar la nueva situación.
En los niños, como en los adultos, la expresión de las emociones y pensamientos negativos, así como sentirse apoyados y queridos, aún en sus momentos más bajos, son la base que necesitan en su proceso de duelo.
Recursos para la gestión del duelo
Los niños no tienen tan desarrollada como los adultos la capacidad racional, por lo que para gestionar el duelo, será de gran importancia que propongamos actividades que les ayuden a gestionar de manera activa las emociones y a aceptar la nueva situación.
• La caja de despedida: Les acompañamos en la realización de una caja de despedida. En ella pueden meter una carta, un dibujo, algo que quieran regalar a esa persona.
• Burbujas con mensajes: Con un pompero, les animamos a que manden lo que necesiten a la persona que se ha ido. Piensan mensajes o lo que les enviarían y con cada cosa, crean pompas. Les decimos que cuando estallen las pompas es que han recibido el mensaje. Con esto, además favoreceremos la respiración profunda, por lo que les ayudaremos a conectar con la calma.
• Tela de araña de agradecimiento: en la familia, podemos coger un ovillo, e írnoslo pasando a medida que damos las gracias a esa persona por las cosas que nos ha enseñado o ha hecho por nosotros.
• ¿Cómo estoy hoy? Arcoíris de las emociones. Acompañamos el proceso de duelo de los peques proponiéndoles que cada día hagan un arcoíris que refleje como se sienten. Elijen un color para cada emoción básica (alegría, tristeza, enfado, miedo, calma) y plasman en el arcoíris la cantidad de cada emoción que han sentido en el día.
• Nuestro rato de homenaje: podemos contar historias, anécdotas en forma de cuento en las que la persona fallecida sea la protagonista. Esto les hará conectar con que aunque las personas se vayan quedan en nuestro recuerdo y siempre podremos acceder a ellas desde ahí. También prevendrá de la creación de tabúes familiares.